David John Haskins, mejor conocido como el buen David J, es uno de los músicos más elegantes que el Reino Unido le ha dado al mundo. Quizá no es reconocido cerca de los reflectores comerciales que merecería, pero sí tiene una prestigiada reputación desde un nivel más, digamos, subterráneo en la escena alternativa, y es así por elección propia.

Sus pasos por Bauhaus, Love and Rockets y actualmente los que también emprende en solitario no pueden ser mejor aval al momento de hablar de su trabajo artístico, principalmente en el bajo. Ah, porque sobra decir que el oriundo de Northampton es un multifacético en la música que también se desenvuelve con virtudes envidiables en la guitarra, el canto (con una voz muy natural), la composición y, aunque en raras ocasiones, también en las percusiones. Pero sin duda su instrumento favorito es el de las cuatro cuerdas, mismo que lo ha elevado al grado de  «maestro» al menos para sus fans más góticos y post-punketos.

Alguna vez declaró para el medio Smell Like Infinite Sadness que de su etapa como bajista que más se enorgullece fue la de «Amor y Cohetes», pues confiesa que en Bauhaus todavía era un aprendiz y a veces no se sentía tan seguro de lo que hacía, se iba por «la fácil» y además trataba de imitar a alguno que otro bajista contemporáneo de renombre. Pero cuando formó L&V con su hermano Kevin Haskins y Daniel Ash, él ya estaba en un siguiente nivel: dominaba muchísimos más acordes e incluso inventó algunos. Dice que sentía que un nuevo mundo se le abría y, aun así, confiesa que muchos años después de que la banda se separó, y actualmente, cuando escucha algunos de sus viejos tracks, puede notar «desde afuera» y más objetivamente la influencia que tenía de Paul McCartney en The Beatles. Aunque no siempre pasa así. Hay momentos en los que ni siquiera se reconoce a sí mismo…

En el 2013, David se encontraba con un amigo en una fiesta en Portland y mientras tomaba unos tragos, el DJ comenzó a reproducir una canción que lo cautivó de inmediato. Algo especial le llamó poderosamente su atención, sobre todo en su intro, por lo que rápidamente preguntó qué era eso que se estaba escuchando. La gran revelación vino cuando su amigo incrédulo, pensando que bromeaba, lo miró fijamente y le dijo «¡Es Love and Rockets!».

 

Alguien estaba tocando una mezcla de música, y este track salió y yo estaba amándolo, amaba la línea de bajo. Le pregunté a mi amigo: «Yeah, me encanta esto, ¿qué es?». Él pensó que yo estaba fuera de mi mente, ¡porque resultó que era Love and Rockets! Era «Too Much Choice».

 

En efecto, el cuarto track de Lift, álbum que lanzaron en 1998 y probablemente uno de los más experimentales en la carrera de Love and Rockets, al propio David le pareció igualmente novedoso como profundo (claro, ¡es un temazo!).

Esto es lo que pasa cuando eres un músico multifacético que lo has experimentado todo a lo largo de tantas décadas y con tantos proyectos, a tal punto que tiendes a olvidar algunas de tus propias obras, pero es así, después de un buen tiempo de no escucharlas y quizá ya metido en otros rubros musicales, que las redescubres y hasta te llegan a sorprender a tal punto de sentirte orgulloso de ti mismo. No es para menos, estamos hablando de uno de los mejores momentos de aquél disco y una de las mejores composiciones de las que ha formado parte en su vida.

¿No nos creen? Suban todo el volumen y verán:

 


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